«Las buenas universidades capturan a los mejores profesores posibles y no preguntan su filiación política», dice el ex ministro, al dejar el CEP y prepararse para asumir en marzo la rectoría del plantel de educación superior privado.
Estantes vacíos, cajas de cartón: hay mudanza en el aire. El viernes, Harald Beyer dejó su casa de 30 años -solo interrumpidos cuando fue ministro de Educación-, el Centro de Estudios Públicos, para trasladarse a la Universidad Adolfo Ibáñez, donde desde marzo será el nuevo rector. Justo cuando las universidades chilenas se juegan «un poco la vida» -dice, y se ríe-, en el periodo de admisión que comenzó esta semana luego de la PSU.
Su idea es hacer una transición ordenada en la universidad que la familia Ibáñez fundó en Valparaíso hace 100 años y que hoy tiene más de 12.000 alumnos entre pre y posgrado, entre sus sedes y su posmoderna casa central de Peñalolén. Beyer también se tomó varios meses cuando hace cuatro años partió otro histórico, el filósofo Arturo Fontaine, y él lo reemplazó como director del CEP. A la hora de los balances, éste es el suyo:
«El nivel de investigación propia es mucho mayor que el anterior, tenemos un equipo diverso en distintas áreas, estamos escribiendo, promoviendo, intentando influir. A grandes rasgos, fue lo que nos propusimos y se logró, con algunos shocks por el camino».
-¿Se refiere a la salida de Eliodoro Matte, su emblemático presidente, que debió renunciar por la colusión del confort, y a quien el CEP siempre estuvo tan ligado?
-Eso era más bien mito. Si bien fue presidente durante mucho tiempo, nuestros aportantes son varios y muy diversos, aunque indudablemente la institución sufre cuando su presidente es afectado. El proceso se hizo bien, los órganos institucionales funcionaron y estamos aportando a la discusión pública. Tomando solo las citas que hace la prensa, es un indicador que ha crecido sistemáticamente.
-Pero existe la percepción de que el CEP hoy influye menos.
-El poder se dispersa en las sociedades modernas y existe la imagen de un CEP que influyó en coyunturas muy señaladas, como la reforma al Estado, institucionalidad medioambiental y el programa de opinión pública, por hablar de tres cosas. La transición chilena fue muy pactada e instituciones como esta tuvieron mayor visión; luego ha habido un cuestionamiento de las élites que también afecta al CEP. Este ya no es la institución mediadora de la transición que fue en alguna medida, eso no era sostenible. Hoy está en una posición bastante envidiable, marcando agenda, proponiendo ideas que generan debate. Es importante que los think tanks cumplan un rol en el debate, pero no puede sobredimensionarse su influencia.
-¿Declinó esta cuando los técnicos también comenzaron a desvalorizarse?
-La centroizquierda descuidó sus think tanks, que fueron muy importantes en los 80 y cumplieron un papel fundamental en los gobiernos de la Concertación; los que quedan son muy débiles y se ha notado. Las sociedades pasan por ciclos, el desprecio por las soluciones técnicas le hizo muy mal a este gobierno y hoy hay una reconsideración. Viene un ciclo positivo para los centros de estudios; muchas de nuestras propuestas se recogieron en la campaña presidencial.
Encuesta CEP: «Como equipo, nos afectó lo que pasó»
-¿Se va con un dejo amargo por sus encuestas, porque equivocaron su pronóstico en esta elección presidencial?
-Por cierto. Participamos en una organización internacional donde se revisan las metodologías constantemente, e indudablemente que como equipo nos afectó lo que pasó con esta sobrestimación de Piñera y subestimación de Beatriz Sánchez, pero, al mismo tiempo, las grandes tendencias que mostraban las encuestas se cumplieron en la segunda vuelta, lo raro fue lo que pasó en primera vuelta.
«Hay que mirar con más distancia las encuestas y concentrarse en las grandes líneas. La encuesta CEP siguió siendo valiosa en eso y hoy se está analizando mucho para entender lo que pasó en estos últimos años. Ahí hay una mina de datos valiosos».
-La sociedad chilena se ha vuelto muy fragmentada, los votantes bien volátiles, ¿será más débil la capacidad predictiva de las encuestas?
-No lo creo, lo que todavía no entendemos es quiénes son los que van a votar. Sabemos que la tasa de participación está en torno a 35% y 50%, pero no tenemos acceso a los registros de votantes, utilizamos la población y no es representativa de los votantes, estamos en proceso de aprendizaje.
«Nuestro objetivo como CEP no es tanto predecir sino entender las grandes tendencias, pero si queremos seguir en esto vamos a tener que adaptar las encuestas para recoger esa heterogeneidad».
UAI: «El mandato es ser los mejores de Iberoamérica»
-Pensemos en marzo. ¿En qué situación recibe a la Adolfo Ibáñez? Habiendo formado a algunos de los principales ejecutivos del país, le han salido varias al paso. ¿Ha perdido prestigio e influencia?
-Creo que está en una muy buena situación, ha crecido sanamente. Era una universidad muy pequeña que hoy tiene más de 9 mil alumnos en pregrado y 2 mil en posgrado. Está muy bien posicionada y mi desafío es que sea la mejor en formar bien estudiantes del siglo XXI, que encuentren programas desafiantes que articulan bien formación profesional, desarrollo del pensamiento crítico, la mejor investigación y los mejores profesores.
-La UAI tuvo una caída importante respecto de sus pares privadas en el último ranking El Mercurio-Universitas.
-En estricto rigor, es por el cambio de metodología, que dejó de ponderar el porcentaje de alumnos con mejor rendimiento en la PSU y lo reemplazó por el ranking de notas. Nosotros seleccionamos por PSU, que es importante; también, Derecho se acreditó y no alcanzó a salir. El estudio muestra que nuestras carreras tienen un alto nivel de empleabilidad. La rentabilidad de estudiar en la UAI es muy alta, seguimos estando muy fuertes y subiendo en los rankings internacionales.
-Sus dos principales competidores, la UDD y la Universidad de los Andes, han apostado por el área científica. ¿Crecerán ustedes hacia allá?
-Mi sello será estar evaluando siempre las mejores alternativas que convengan al proyecto educativo.
-¿Fue ese el mandato que recibió de los Ibáñez?
-El mandato es bien claro: ser los mejores de Iberoamérica, ser una universidad de excelencia. Toma tiempo, tenemos que fortalecer nuestras contrataciones docentes, porque para atraer los mejores alumnos tenemos que traer a los mejores profesores, hacer investigación de calidad. Si podemos crecer a otras áreas con la misma excelencia, lo vamos a hacer.
-La UAI no se sumó a la gratuidad. ¿Ha influído positiva o negativamente?
-En ningún caso ha sido negativo. La universidad debe buscar a los mejores alumnos y si ellos no tienen capacidad de pago, es nuestro problema ofrecerles apoyo.
-La UAI se ha posicionado en el espectro de la derecha liberal. ¿Le acomoda?
-No creo en las universidades partidarias, daña su desarrollo. Las buenas universidades capturan a los mejores profesores posibles y no preguntan su filiación política. Deben tener elementos que las identifiquen con su tradición y también un núcleo central en formación e investigación como, por ejemplo, la Universidad de Brown, en Estados Unidos, que es de excelencia y al mismo tiempo es reconocidamente liberal en el sentido americano.