A casi un año de la acusación constitucional en su contra el ex ministro de Educación dio vuelta la página y esta semana asumió la conducción del Centro de Estudios Públicos en una nueva etapa de desafíos impuestos por el nuevo escenario que vive el país. Con un plan de trabajo a 5 años, el think tank fortalecerá su planta de expertos, pretende volver a posicionarse en el debate sobre educación y extender su investigación a nuevas áreas como energía, salud, ciudad y cultura.
M. Soledad Vial
Harald Beyer ha sido prácticamente el único habitante del Centro de Estudios Públicos (CEP) en febrero. La señorial sede de Monseñor Sótero Sanz cierra sus puertas durante este mes, favoreciendo la instalación del flamante director de la institución fundada en los 80, escenario de importantes acuerdos políticos durante la transición y que hoy enfrenta nuevos desafíos.
«Debemos adaptarnos a los cambios que ocurren en el país», dice el ex ministro de Educación, en su primera entrevista desde que asumió su nuevo cargo. «Debemos seguir siendo un punto de encuentro que no se abanderiza con un sector político, dispuesto a enfrentar todos los temas con altura de miras y la rigurosidad de sus investigadores que deben estar más presentes en el debate público» adelanta sobre la nueva «voz» que espera del think tank bajo su conducción.
Durante este tiempo Beyer viajó a reuniones académicas, fue invitado a dar conferencias, ha escrito y pensado mucho. «Me quedé con la sensación de algo muy violento, tremendamente injusto, pero rápidamente di vuelta la página, entendí que no era algo personal sino una situación derivada del momento político, una especie de vuelta de mano por la acusación constitucional en el gobierno anterior», reflexiona a casi un año de ese proceso.
-No hay rencor, entonces. ¿Estaría dispuesto a integrar nuevamente comisiones presidenciales como lo hizo en gobiernos de la Concertación?
-No tengo ningún resentimiento. Por un hecho lamentable, no podría echar por la borda 25 años dedicados a las políticas públicas. Me interesa seguir contribuyendo a ese debate.
Y Beyer agrega: «Eso sí, no podría recibir ninguna remuneración fiscal» recordando con dejo irónico la sanción vigente tras su destitución.
No tenía pensado volver al CEP, del que era subdirector cuando fue convocado por Sebastián Piñera para hacerse cargo de la cartera de Educación en el peor momento de la presión estudiantil, pero lo convenció la oferta de encabezar esta nueva etapa del think tank que coincide con un nuevo ciclo político y social en el país. En trámite de aprobación municipal está la fundación que canalizará hacia el CEP el fondo de US$ 50 millones al que aportaron empresarios y donantes privados, en una experiencia única en Chile para darle mayor independencia y proyección al centro que preside Eliodoro Matte y que vivió un turbulento 2013 con la salida de su histórico director Arturo Fontaine y las críticas a su emblemática encuesta de opinión durante la pasada elección presidencial.
«La transición y la política de los acuerdos están desafiadas»
-Después de esa exposición negativa del 2013, ¿en qué estado encuentra al CEP al asumir?
-El CEP está en buen pie. Durante la recuperación de la democracia fue tremendamente relevante como mediador y hoy está desafiado como institución a adaptarse a los cambios que ocurren en el país, eso tiene la ventaja de coincidir con este proceso de mayor institucionalización y nos da oportunidades muy grandes de proyectarnos al futuro. Debemos seguir siendo un punto de encuentro que no se abanderiza con un sector político y mira el debate con altura de miras e investigadores más presentes en ese debate público.
-¿Han perdido influencia centros como el CEP en este nuevo escenario? Ningún candidato presidencial pasó por aquí en la última elección, cumbre de rigor en las elecciones anteriores.
-Eso también es un signo de madurez del país; la democracia se ha fortalecido y se han reducido las desconfianzas entre los distintos sectores. Eso tuvo que ver con el caso particular de Chile, con la forma cómo se fue gestando la transición, pero en EE.UU. o Europa los candidatos presidenciales no pasan necesariamente por los think tank.
-¿Cuál es su plan de trabajo frente a estos nuevos desafíos?
-Nuestro diagnóstico es que la transición y la política de los acuerdos están desafiados, que la voluntad de acuerdos ha disminuido y eso obliga a que los investigadores del CEP se jueguen más por defender sus convicciones. Sin dejar de ser lugar de encuentro, eso significa tomar posturas muy claras en un debate que hoy es confuso.
-¿Coincide con quienes ven atrincheradas las ideas liberales frente a nuevos aires centralistas?
-No veo amenazadas las ideas liberales, hay muchos anuncios, pero cuando uno va al detalle… Por ejemplo en el tema constitucional, no diría que la actual Constitución es liberal porque está llena de restricciones, es exageradamente frondosa y no me parece malo un debate razonable que permita repensarla. En el CEP no estamos cerrados a ningún debate con altura de miras y que piense en el futuro. Nos interesa contribuir con instituciones y políticas públicas que den un marco de estabilidad al país, garantías a todos los sectores y protejan la libertad individual y económica.
-¿Sería partidario de que una nueva Constitución incluyera derechos sociales garantizados?
-No me gustaría que un cambio constitucional incorporara derechos sociales garantizados, esas definiciones están en el ámbito de la política y no pueden tener la misma fuerza que la protección de los derechos básicos de las personas.
«Volveremos a posicionarnos en educación»
-¿Con qué nuevos «fichajes» y áreas reforzará la investigación?
-Se incorporarán unos seis investigadores adicionales, tal vez más. Ya están confirmados la abogada Isabel Aninat; Carolina Velasco, Sylvia Eyzaguirre, que vuelve; Raphael Bergoeing, Andrés Hernando y Ernesto Ayala.
-¿El regreso de Sylvia Eyzaguirre significa que retoman la investigación en educación, un área que habían abandonado los últimos años?
-Mi plan a 5 años tiene énfasis muy marcados en las grandes áreas importantes para el país, además de las que tenemos como encuestas, institucionalidad y política coordinada por Lucas Sierra, macroeconomía por Vittorio Corbo, políticas sociales por Sergio Urzúa. Volveremos a posicionarnos con fuerza en educación -un debate donde el CEP debe estar-, y entraremos en salud, energía, competencia, crecimiento e innovación, ciudad y descentralización, y políticas culturales que son muy importantes en una sociedad más compleja y diversa como fuente de identidad.
-¿Cómo marcarán la diferencia con otros centros de estudios como Libertad y Desarrollo u Horizontal que también suscriben el liberalismo?
-El CEP no toma posiciones institucionales y sus investigadores son responsables de su trabajo, eso nos diferencia de otras instituciones y nos permite atraer a gente muy independiente. No estamos vinculados a un sector político específico, defendemos ideas y tratamos de influir en todos los sectores.
-Aunque históricamente se los vincule al empresariado y a la centroderecha.
-Esas etiquetas son inevitables en Chile, pero lo relevante es que nuestra investigación sea apreciada por su calidad y coherencia.
-¿La decisión de sumar intelectuales de centroizquierda como Sol Serrano, José Zalaquett o Sebastián Edwards, apunta a desmentir esa «etiqueta» en este nuevo ciclo político?
-El consejo ha tenido siempre una composición amplia y diversa, nadie podría decir que Alfonso Gómez-Lobo o Marco Colodro que lo integraron, tuvieran una visión de centroderecha si quiere usar esa etiqueta. La incorporación de estos nuevos consejeros responde a la necesidad de que el CEP tenga una mirada más humanista y multidisciplinaria sobre un país que se ha vuelto más complejo. Chile está viviendo una transición muy importante hacia una sociedad donde las preocupaciones de la población son mucho más amplias que satisfacer necesidades básicas.
«No está muy claro cuál es el proyecto político intelectual más allá de ideas dispersas»
-La línea de trabajo que ha seguido el CEP, por ejemplo en educación, es abiertamente contraria a la reforma propuesta por el nuevo gobierno. ¿Cómo esperan poder influir?
-Creemos que podemos aportar a un debate que hasta ahora tiene grandes anuncios, pero pocos contenidos. Hoy «la lleva» la gratuidad, pero países que optaron por ella luego la abandonaron o la están repensando, hay soluciones mejores y más equitativas. Es un tema importante, pero más importante es qué haremos en educación parvularia o escolar, donde hoy el principal déficit de financiamiento está en la educación secundaria.
-¿Aunque finalmente en la batalla de las ideas, la izquierda haya logrado instalar la bandera de la gratuidad?
-Pero ¿qué significa gratuidad, dónde está su contenido específico, cómo se concretará?. Las ideas difícilmente se materializan si no tienen contenido muy claro y robusto que forme parte de un proyecto ideológico más global.
-El programa de la Presidenta electa se enmarca en un modelo donde el Estado garantiza ciertos derechos sociales a los ciudadanos.
-La Concertación agachó la cabeza frente a los cuestionamientos de su ala más izquierda y se subió al carro, pero no está muy claro cuál es el proyecto político intelectual más allá de ideas dispersas. ¿Por qué una coalición que durante su gestión redujo el presupuesto de educación superior de repente cree que hay que gastarse toda la plata en eso?
«Obviamente había un problema, porque la educación superior estaba siendo muy cara para mucha gente que no tenía acceso a un financiamiento adecuado. A eso se le agregó una mirada más ideológica, pero sin grandes contenidos de fondo. En algún momento la Nueva Mayoría se va a desligar de esta presión que recibió cuando estaban debilitados como coalición. Cuando vengan los proyectos y empiece el debate de verdad, correrá mucha agua bajo el puente y hay mucho espacio para influir, reflexionar, repensar».
-¿No comparte las visiones pesimistas que anticipan un cambio institucional profundo en el país?
-No hay apoyo ciudadano para un cambio radical, estamos discutiendo cosas importantes y que pueden ser muy dañinas como la AFP estatal que no resuelve el problema de fondo, pero no estamos frente a un cambio de paradigma. En cada tema hay un gran espacio para generar un debate sensato con altura de miras; no es tan grave que hagamos el sistema tributario un poco más progresivo si cuidamos de no afectar la inversión. Veo un país muy sensato, centrado, con críticas al mundo político y a las elites que son naturales en el estado de desarrollo que ha alcanzado Chile. Los grandes debates son otros.
-¿Cuáles son los grandes temas?
-La discusión real es cuánto «Estado de bienestar» queremos. ¿Un modelo nórdico europeo o mantenernos en uno tipo norteamericano con matices? ¿Qué espacio habrá para las libertades en ámbitos como educación, salud? Otro debate es si iremos hacia políticas universales como la gratuidad o más focalizadas que se pueden ir rediseñando y mejorando, o la carga tributaria en el largo plazo, atendiendo que en Chile muchos de los bienes públicos se financian también privadamente, además los debates valóricos y sobre la institucionalidad política.
»Debemos seguir siendo un punto de encuentro que no se abanderiza con un sector político, dispuesto a enfrentar todos los temas con altura de miras».
«Quiero que los investigadores levanten su voz con fuerza»
-¿Le resta independencia al CEP que usted haya sido ministro de Piñera?
-Una persona dedicada a las políticas públicas no puede rechazar un alto cargo de gobierno que significa la oportunidad de plasmar aquello por lo que ha trabajado y defendido durante mucho tiempo. No debería afectar si uno sigue contribuyendo y fundando sus estudios seriamente. El CEP no toma posturas institucionales, cada investigador es libre para plantear sus puntos de vista y levantar los temas que estime convenientes en su especialidad.
-¿Al darles un rol más público a sus investigadores, está delegando en ellos la exposición mediática que tuvo el ex director Arturo Fontaine?
-Quiero seguir reflexionando, escribiendo e influyendo por esa vía en el debate público. Voy a aparecer cuando sea necesario, quiero que los investigadores levanten su voz con fuerza a través de la rigurosidad y seriedad de sus estudios.
-La salida de Fontaine se atribuyó a opiniones políticas, que a juicio de algunos consejeros, comprometían al CEP.
-El CEP siempre ha tenido un espíritu amplio e independencia de corrientes políticas particulares. Para que los centros tengan influencia sus investigadores deben tener posturas respaldadas seriamente y Arturo tuvo sus posiciones propias.
-¿Seguirá siendo investigador del CEP, como se anunció inicialmente?
-No, finalmente desechó esa posibilidad.
-¿Influyó un supuesto distanciamiento entre ustedes porque Fontaine no lo habría respaldado decididamente en su acusación constitucional?
-No tengo ningún reproche hacia Arturo, él hizo lo que pudo para ayudarme en esa situación.
«Puede mejorarse y ya comenzamos a trabajar en algunos cambios»
-¿Comparte las críticas a la encuesta política, uno de los emblemas del CEP?, ¿a su metodología y a la oportunidad de publicación que el año pasado fue ácidamente cuestionada por la derecha en la campaña presidencial?
-La encuesta sigue estando en buen pie, más allá de que las críticas han sido bastante injustas. La candidata oficialista se demoró mucho en tomar vuelo y la encuesta reflejó ese momento. Si bien no tiene los problemas metodológicos que se han dicho, indudablemente puede mejorarse y ya comenzamos a trabajar en algunos cambios que haremos. Tenemos un problema en los tiempos entre el momento que iniciamos la recolección de datos hasta que se dan a conocer públicamente; estamos conscientes de que debemos mejorarlo y también de que debemos renovar un poco sus preguntas. Queremos capturar mejor las grandes tendencias políticas, sociales y culturales del país más allá de predecir con exactitud una elección.