No es un misterio para nadie que la formación universitaria en Chile es demasiado específica y deja poco espacio para la exploración y entrada en distintas disciplinas. Esta tiene ventajas y desventajas. Estas últimas parecen ser más evidentes ahora que la diversidad reclama su espacio y la flexibilidad es indispensable para el buen funcionamiento de nuestras instituciones, empresas, empresarios y trabajadores.
Hoy se trabaja en equipos y redes como respuesta a la creciente complejidad de los fenómenos sociales y económicos, que a su vez son fruto de este mundo más diverso que genera, por un lado, consumidores más difíciles de identificar y agrupar y, por otro, nuevos actores con raíces profundas en la sociedad civil que influyen en la empresa.
Esa mayor demanda por diversidad y flexibilidad de espíritual interior de la empresa está comenzando a materializarse. Un ejemplo es el mayor espacio que se está generando para la mujer. Todavía no se nota en los directorios y altos cargos gerenciales, pero en los puestos ejecutivos inmediatamente inferiores hay cambios importantes. Hace una década por cada cinco mujeres en estos cargos había más de 14 hombres. Actualmente esta cifra es del orden de 10. En los niveles intermedios esta proporción es aun inferior según se desprende de las encuestas CASEN.
Esta tendencia es, en gran medida, fruto de la fuerte demanda de las compañías por capital humano, evidente hace varias décadas en nuestro país, y que se ha concentrado fundamentalmente en graduados universitarios. Ello explica que el salario relativo de éstos respecto de los graduados de la educación media se haya casi duplicado en las cuatro décadas pasadas. Actualmente esta razón sería superior a cuatro. En los países donde existen antecedentes similares esta razón rara vez llega a dos. En el caso de los graduados universitarios que ocupan cargos intermedios en firmas comerciales pueden tener salarios que son cerca de12 veces superiores a los de personas con educación media.
No debe extrañar este deseo de las empresas por absorber capital humano. Los mercados donde se desenvuelven son muy competitivos y, por consiguiente, la innovación es una necesidad constante. Investigaciones en Estados Unidos y Europa revelan que los ejecutivos de las mayores corporaciones ven el nivel educacional o las habilidades de sus empleados como una de las tres principales fuente de aumento en competitividad. Es lo que están haciendo las empresas en Chile. Según el INE el empleo de los trabajadores más calificados en Chile es actualmente un 38% más alto que en 1997. El empleo agregado ha crecido sólo en un 11%.
El creciente interés por los programas de MBA debe mirarse en este contexto. Un 29% de los altos ejecutivos consultados por este diario estima que un MBA es un factor determinante a la hora de seleccionar profesionales. Coincidiendo con esta apreciación un 82% de los egresados de MBA nacionales evalúe con nota 6 o 7 la utilidad de estos programas para mejorar su desempeño. Aunque se requieren estudios más acabados, la distribución salarial informada por los egresados antes y después de su MBA y la percepción de los gerentes sobre el aporte de estos programas sugieren que éstos son rentables.
Llama la atención, sin embargo, que la mayoría de los alumnos sean ingenieros comerciales y civiles en lo que seguramente es un reflejo de la escasa diversidad disciplinaria de las empresas en sus niveles intermedios y superiores. Como es muy posible que el «talento empresarial» esté distribuido mucho más allá de estas disciplinas, esa práctica puede reducir la competitividad de las compañías chilenas. Hay evidencia de que las empresas estadounidenses, canadienses y europeas son mucho más diversas en la selección de su personal y, por tanto, los alumnos de MBA también lo son. La situación en Chile se explica, en parte, por la existencia de un proceso muy selectivo de admisión a universidades y carreras de modo que los egresados de éstas han demostrado sus capacidades en diversas instancias y las empresas desean contratarlos.
Con todo, la alta demanda de estos profesionales por los programas de MBA pone en duda los beneficios de la formación de pregrado tan especializada que reciben. Pero, además, tampoco son tantos y no se están graduando a las velocidades que demandan las empresas.
Esto sugiere que más temprano que tarde veremos en los niveles ejecutivos una diversidad profesional mayor que la actual. Creo que los beneficios serán significativos y los que se demoren mucho en avanzar en esta dirección verán su competitividad en riesgo. Desde luego, permanecerán actividades que por sus características seguirán requiriendo de sus ejecutivos una fuerte especialización pero difícilmente ésta será la regla general. Por cierto, esta realidad impone también desafíos a los programas de MBA. Estos, al igual que las empresas, tendrán que adaptarse a esta nueva realidad.