El Mercurio, domingo 6 de marzo de 2005.
Opinión

Dificultades y tensiones electorales

Harald Beyer.

Lavín necesita mostrar independencia de los sectores políticos que lo alejan de su objetivo. «Dime con quién andas y te diré quién eres», dice el viejo y sabio refrán.

La elección presidencial es mayoritaria. Los candidatos, por consiguiente, deben moverse al centro si quieren tener una posibilidad real de acceder a la Presidencia. Es inevitable que en este proceso de alejen de su base natural de apoyo. En el caso de Lavín, ésta es la UDI. En el caso de Bachelet, es el PS. Para un candidato de la DC que no tenga una base espontánea de apoyo muy fuerte le resulta muy difícil instalarse en este escenario. Sus espacios son cerrados por los candidatos que vienen de los polos del espectro político. Ésas son las principales barreras que debe superar Alvear para izar sus velas y avanzar en el mar electoral. No es evidente cómo salir de esta situación. Dado que su primer obstáculo está en su propia coalición política, una alternativa posible es minar la credibilidad y el carisma de su adversaria concertacionista. Son en estas dimensiones donde Bachelet aparece especialmente fuerte. Sin embargo, no parece querer entrar en este juego y, de hacerlo, tampoco es automática la consecución del objetivo.

La opción que parece seducir a Alvear es mostrar una capacidad de gobierno muy superior a Bachelet. Para eso necesita tiempo y un equipo de probada capacidad. Esto último parece marchar bien, aunque la visibilidad del mismo es aún muy escasa. Sin embargo, los plazos se agotan. La postergación de la primaria hasta julio o agosto choca con la probable voluntad de los parlamentarios DC que van a la reelección de resolver rápidamente el candidato concertacionista para negociar las condiciones en las que van a competir en diciembre. Por lo demás, las primarias regionales tampoco deben entusiasmarlos mucho. Si no remonta Alvear y pierde claramente en las regiones la campaña para la reelección se les vuelve cuesta arriba. Pero, además, una campaña de primarias muy prolongada genera tensiones en la coalición que luego cuesta reparar en plazos breves. Quizás si una alternativa de negociación para la Concertación sea un primaria lejana, pero con una cláusula de salida para Alvear a mitad de camino si no logra superar en las encuestas un umbral determinado.

Pero las dificultades y tensiones no están sólo presentes en el entorno de Alvear. Para Lavín, la única posibilidad de revertir los bajos resultados electorales del momento es avanzar decididamente a la captura del voto moderado. Es lo que hizo en 1999, pero claro ese año no había una elección parlamentaria. Ahora la elección tiene carácter simultáneo, hecho que, por las características del sistema binominal, genera una tensión adicional en este sector político. Lavín necesita mostrar independencia de los sectores políticos que lo alejan de su objetivo. «Dime con quién andas y te diré quién eres» dice el refrán. Si Lavín logró avanzar en 1999, fue precisamente porque mostró independencia y voluntad de estrechar lazos con sectores más amplios. Si retrocedió con posterioridad, fue, en parte, porque ese espíritu de 1999 pareció esfumarse en la confusión política del año pasado. Para retomar el perfil de la campaña pasada Lavín tiene que realizar gestos como la incorporación de Piñera u otros similares que sean costosos para sus aliados naturales. De otra manera no podrá ganar en credibilidad.

Sin embargo, el sistema binominal permite asegurar un cupo con el tercio de los votos y para los partidos que están en los polos de las dos principales coaliciones les resulta cómodo apelar al votante duro que obviamente es una estrategia que potencialmente choca con la del candidato presidencial. Es más, potencialmente puede beneficiar al partido más moderado dentro de la coalición en la medida que se produzca una afinidad casi espontánea entre las campañas del candidato y de este partido. No resultan, entonces, tan extrañas las tensiones que se han visto al interior de la coalición opositora. Son propias de estrategias que deben diferir porque están vinculadas a instituciones electorales distintas. Si bien es necesaria una coordinación mínima entre las campañas, tampoco hay que sobrestimar esa necesidad.

Esta tensión seguramente también está presente en el caso de Bachelet. Claro que en este caso es más fácil lidiar con ella porque la ex ministra parece un Rey Midas político que convierte en votos todo lo que toca. Pero se han informado de roces por razones similares a las que se observan en la campaña de Lavín. Se desconfía de la autonomía de su campaña, pero para consolidarse entre los votantes moderados que definirán la elección es precisamente lo que tiene que hacer. Demasiada cercanía con el PS no es buena para su campaña y seguramente ello es resentido en el partido. Si es nominada como candidata de la Concertación, esta tensión puede hacerse más evidente. Si Lagos estuvo a punto de perder en 1999, fue precisamente porque no se desplazó con fuerza hacia el centro político. Desde ese entonces, la lección parece haberse aprendido. Por tanto, Bachelet no tiene demasiadas opciones. Tendrá, como Ulises, que atarse a un mástil, una campaña independiente, para no dejarse atraer por los cantos de las sirenas socialistas.