En Chile nos hemos especializado en criticar a los empresarios y desconocer sus méritos e importancia. Keynes, el padre de la macroeconomía, sabía que sin empresarios no hay empleo, crecimiento ni prosperidad. También sabía que no existirían empresas si los empresarios solo confiaran en el cálculo o las ganancias futuras.
En 1936 John Maynard Keynes publica su influyente Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936). Este libro representa el inicio de la macroeconomía moderna. En el capítulo 12, “Expectativas de largo plazo”, Keynes se pregunta por la psicología del empresario. Argumenta que no lo mueve el cálculo de beneficios, sino algo distinto. Define ese curioso e irracional impulso empresarial como animal spirits. Ese espíritu es la base de la economía.
Horst Paulmann encarnó ese animal spirits. Y mucho más. De niño caminaba descalzo sobre la nieve, junto a sus hermanos, buscando comida en la basura. Tuvieron que escapar de Alemania cruzando los Alpes. Llegaron a Argentina. Después a La Unión. En su niñez pasó por ocho colegios y vivió en ocho ciudades distintas. Ninguno de los hermanos Paulmann pudo terminar la educación media. Había que trabajar. Todo partió con el boliche familiar, un pequeño restaurante llamado Las Brisas. La exitosa venta de frutillas en el escaparate fue el trampolín. Abrieron cinco supermercados y en 1976 inauguró el Hipermercado Jumbo en esa nueva y desierta avenida Kennedy. De ahí don Horst saltó a Argentina, siguió con los malls y creó Easy. Su empuje y energía no tenían límites. Como un montañista que persigue cumbres infinitas, compraba y crecía. Lo tildaron de loco cuando compró el terreno de CCU. Y recién a los setenta años se abrió a la bolsa. Entonces partió con el Costanera Center, construyó la torre más alta de Latinoamérica e invirtió en Perú, Colombia, Brasil y, recientemente, Estados Unidos.
Aunque la vida lo forjó, algunas anécdotas reflejan a este Empresario con mayúscula. Solía llamar a sus ejecutivos a altas horas de la madrugada con alguna idea. Corregía a sus arquitectos y constructores. Y mientras abogados y ejecutivos cerraban un importante negocio, don Horst preparaba sándwiches al amanecer. Ahora bien, si del cliente se trataba, no había excusa. Antes de un viaje a Perú citó a reunión de emergencia a los ejecutivos de Cencosud. Todos subieron al avión. Una señora le había escrito que el Jumbo de Antofagasta ya no era el mismo, que ahora estaba sucio y que ya no tenían su torta favorita. La comitiva aterrizó en esa ciudad, tomó cartas en el asunto y la señora recibió la visita del gerente con su torta de regalo.
Don Horst solía repetir que Cencosud tenía más de cien mil empleados. No lo decía para presumir, sino por el orgullo que sentía con esa responsabilidad. Sabía que el peso de todas esas familias descansaba sobre sus hombros. Y ese impulso lo llevaba a trabajar más y mejor. Su pasión por crecer tampoco estaba motivada por acumular dinero. Lo movía el trabajo. Si iba de vacaciones, visitaba los malls no para comprar, sino para aprender. No quería ser el más rico ni el más grande, sino el más responsable y eficiente.
En Chile nos hemos especializado en criticar a los empresarios y desconocer sus méritos e importancia. Keynes, el padre de la macroeconomía, sabía que sin empresarios no hay empleo, crecimiento ni prosperidad. También sabía que no existirían empresas si los empresarios solo confiaran en el cálculo o las ganancias futuras. Hay cierta locura que los motiva dejando una estela de beneficios. ¡Cuánta creación de valor dejó la energía y el optimismo de Paulmann! Sin embargo, esa rara especie de empresarios ha sido menospreciada por nuestra izquierda.
Nunca dejó de visitar los supermercados revisando cada detalle y conversando con los clientes. Las verduras debían estar frescas y las frutas, “radiantes”. Jumbito, el símbolo de la empresa, posee una dulce semejanza con su fundador. Ambos se parecen y encarnan el animal spirits keynesiano, ese espíritu Paulmann que ahora duerme, pero sigue soñando. Don Horst, ese alegre y travieso niño, seguirá repartiendo globos y jumbitos.