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Eurípides y Aristófanes

Joaquín Trujillo S..

Eurípides y Aristófanes

Señor Director:

Celebro la espléndida carta de Lucía López en la cual, a propósito del estudio que Michel Foucault hiciera de la tragedia “Ión” de Eurípides, comenta el actual acuerdo logrado por distintas fuerzas políticas. Su carta sube el nivel del debate.

Podríamos complementarla agregando que las propuestas políticas que Eurípides ventiló en sus obras concitaron no pocas críticas ya entonces. No quiero molestar a los lectores de “El Mercurio” con estos detalles, pero un buen contraste es el que encontramos en una comedia de Aristófanes, más moderna que el “Ión” de Eurípides. Su título se traduce a veces como “La asamblea de mujeres” o simplemente “Las asambleístas”. En ella el mordaz y, reconozcámoslo, conservador Aristófanes, ridiculiza sin miramientos precisamente una asamblea constituyente que pretende refundar la polis y ofrecer derechos ridículos a unos contra otros. El ingenioso Aristófanes pone a las mujeres a liderar dicha sublevación, como lo hiciera en otras de sus comedias.

Saco a colación esta reacción aristofanesca porque sea posiblemente el tipo de fase en la que estamos entrando. Una situación tan ridiculizable a consecuencia de la cual se hace muy difícil hablar en serio y conducir a la sociedad por la senda del progreso (perdonando esa expresión un poco ridícula).

Históricamente hablando, la fase seria de las sociedades es una especie de portal que se cierra. Y, como muy bien sugieren las referencias clásicas de Lucía López, nada nuevo bajo el sol.

En cuanto a la cuestión central de su carta, vale decir, el problema de la democratización de los hablantes, sucede algo terrible: en la fase trágica unos pocos tienen el don de hablar en serio; en la cómica, ninguno.