Convencido de que la gente está eligiendo en función de su decepción con la Nueva Mayoría, el director del CEP analiza el trasfondo de la contienda presidencial. A su juicio, lo que está en juego es la sintonía con los grupos medios.
Por: Claudia Álamo / Fotos: Matías Bonizzoni
A contracorriente, Harald Beyer no enfila en la linea de que aquí se ha configurado un nuevo escenario político totalmente abierto e impredecible. Desde una perspectiva histórica, el director del CEP cree que Chile sigue debatiéndose entre la izquierda y la derecha y que el resto sucede en el margen. «No creo, por ejemplo, que Beatriz Sánchez pase a una segunda vuelta. En Chile hay sensibilidades culturales e ideológicas profundas. Al final, los dos grandes conglomerados de derecha e izquierda concentran la más alta votación. Una cosa es que la gente esté desafectada de los partidos, pero otra cosa es desconocer la tradición política que aún impera en Chile», sostiene. Para el ex ministro de Educación, el gran tema político actual es cómo contener e interpretar a los grupos de clase media que han surgido y la enorme fragilidad con que viven su día a día. «Hoy nadie vota con entusiasmo por nadie», dice convencido de que el próximo Presidente de Chile será aquel que logre sintonizar con las capas medias. Y es ahí donde este intelectual de la derecha liberal considera que Sebastián Piñera tiene mejores posibilidades.
–A nivel político, ¿estamos ante un cambio total del escenario o, dentro de todo, la elección presidencial se jugará en una cancha conocida?
–No sé si estamos ante un nuevo acomodo. Yo partiría por un elemento histórico que se olvida, y es que Chile tiene una derecha y una izquierda fuertes. Y no creo que el centro político sea tan fuerte como se dice.
–Entonces, ¿por qué todos se pelean el centro si no es tan decisivo?
–Es decisivo en un escenario de segunda vuelta presidencial. Ahí, las figuras de derecha y de izquierda, si quieren tener éxito, tienen que moverse hacia el centro. Pero no es que el centro político sea tremendamente importante en Chile. La evidencia de estos últimos años lo ha confirmado. Son mucho más fuertes la derecha y la izquierda.
–Si los extremos son más fuertes, ¿cuán amenazante es el Frente Amplio para la izquierda?
–No sé si tiene la suficiente fuerza como para desafiar al mundo de centroizquierda. La Nueva Mayoría es una coalición demasiado amplia, abarca desde la DC al PC…
–Justamente, es por ahí que se filtran las tensiones…
–Claro, porque lo que está hoy en el trasfondo del debate es qué tan al centro se mueven o qué tanto se quedan en la izquierda. Yo personalmente creo que quedarse en la izquierda es perder el gobierno.
–¿Es absurda la obsesión de la izquierda por pelearle al Frente Amplio?
–O sea, si la izquierda tradicional cae en esa trampa, pierde el gobierno.
–¿El tema es cómo lo hacen para girar al centro si muchos perciben que el plus de la Nueva Mayoría es que se ancló más hacia la izquierda?
–A estas alturas, es razonable sostener que el proyecto político de la Nueva Mayoría ya fue puesto en duda por el electorado. No entusiasmó. No les gustó, particularmente a los grupos medios. Por lo tanto, ese proyecto se tiene que adaptar.
–Ricardo Lagos era, un poco, la adaptación de ese proyecto y no logró convencer…
–Mi impresión es que la gente está eligiendo en función de la decepción que tuvo con el gobierno de la Nueva Mayoría y hoy está optando por aquel candidato que, de alguna forma, pueda sanar esa decepción. Quizá, vieron que Lagos no era capaz de sanar esa decepción.
–¿Y Alejandro Guillier sí podría sanarla?
–Bueno, parece que eso es lo que percibe la gente. Guillier no está plenamente identificado con la Nueva Mayoría, a pesar de que viene de ahí. Pero la gente le da el beneficio de la duda. En segundo lugar, creo que él ha cometido pocos errores en su campaña.
–Sus críticos dicen que no ha dicho nada y por eso no comete errores…
–Me parece que, hasta ahora, ha sido una campaña razonablemente bien llevada. Además, su discurso es más bien centrista. En el ámbito de la educación, ha dicho que para hacer sustentables los cambios, se requiere de grandes acuerdos con la derecha. O sea, ha dicho cosas que otros miembros de su coalición no han estado dispuestos a sostener. Creo que esas tres cualidades hacen que Guillier sea un candidato del gusto del votante de la Nueva Mayoría.
–¿Guillier podría aglutinar con entusiasmo a esa izquierda?
–Hoy, nadie vota con entusiasmo por nadie en el mundo moderno… Pero creo que aquellas personas que votaron con entusiasmo por Bachelet, ahora están buscando una carta de centroizquierda que sea razonable, que no esté tan contaminada por este proyecto político tan agobiante. Y Guillier refleja una manera más tranquila de hacer política, no se lo ve tan abanderizado…
–¿Vendría siendo como un candidato «no ideológico»?
–No parece fuertemente ideológico y eso es un plus. Le permite mayor flexibilidad ante el proyecto político que la Nueva Mayoría empujó y que a la población no le gustó. Y como además tampoco ha cometido tantos errores. Todo eso va sumando.
–En ese sentido,¿los socialistas leyeron bien las señales al dejar caer a Lagos e irse con Guillier?
–Esa es una interpretación. Porque, por otro lado, la misión de los partidos políticos es seleccionar a sus líderes y competir con ideas. En este caso, el PS no cumplió con su rol. Creo que eso lo debilita hacia el futuro. Su actuación lo hace poco predecible y, por lo tanto, poco confiable.
Los grupos medios
–¿En qué se equivocó Lagos?
–Lagos cometió un error táctico al anticipar su candidatura. Tanto él como su equipo debieron haber previsto que iba a ser golpeado duramente por la propia izquierda. Es obvio que en ese mundo hay una competencia por el control de las ideas y de la elite.
–Hasta el año pasado, se creía que el país optaría por liderazgos con experiencia, como Lagos y Piñera. ¿Hubo un error de diagnóstico de la elite?
–Lo que de verdad está marcando la política es la sintonía que se logre establecer con las clases medias que han progresado, pero sienten enormes fragilidades. El deterioro del proyecto de la Nueva Mayoría finalmente obedece a que estos grupos medios los abandonaron. Y, en el caso de Lagos, el problema fue que no pudo conectar con ellos.
–¿Fue un error estratégico o una incapacidad política?
–Fue un error estratégico. Reconozco que Lagos estaba consciente de que tenía que conquistar a los grupos medios, pero su mensaje estaba muy alejado de sus intereses y preocupaciones. Eso revela una cierta incomprensión de la demanda que tienen esos grupos y que es algo con lo que Piñera sintoniza mejor. El gran desafío de la política moderna es cómo combinar un mensaje político que sea atractivo para esos grupos. Es el tema político del momento.
–¿Y por qué Piñera conectaría mejor con la clase media?
–De algún modo, Piñera les dice: «Vivan sus propias vidas. Yo no les voy a estar diciendo cómo tienen que vivir, pero sí les voy a crear condiciones para que puedan desarrollarse». En cambio, en la izquierda existe una tendencia por tratar de moldear la vida de las personas.
«La gente siente que todo lo que ha logrado es producto de su propio esfuerzo. Que no le deben nada a nadie y que, al revés, el mundo político le está poniendo obstáculos para ese progreso y que en las fragilidades que sienten, no los están ayudando suficiente. Por eso están buscando candidatos que se identifiquen mejor con esas aspiraciones».
–¿Es factible saber por dónde van las fragilidades de esos grupos medios?
–En lo fundamental, sienten que sus inseguridades no están siendo resueltas por las reformas.Y agregaría un elemento más sensible, y es que en Chile –desde siempre– la familia ha servido de colchón. Hay evidencia de que esas redes se están debilitando también. Eso no significa, como algunos lo han interpretado, que en Chile existe un gran malestar.
–¿Es pura incertidumbre?
–Y soledad. Cuando a la gente le preguntas qué haría si tuviera un problema serio o enfermedad, te dice que se apoyaría en su red más cercana, pero el dato es que esa respuesta se ha ido debilitando en el tiempo. Y, por otro lado, se ve que las políticas públicas no suplen esta fragilidad. Esa es una de las grandes complejidades en la actual situación política. El país no le ha tomado el pulso a esto y se demora mucho en producir soluciones.
–Si el tema de la seguridad social es clave,¿la izquierda podría crecer por ahí?
–Es una combinación de elementos. La izquierda no ha sido capaz de construir un proyecto político que dé seguridades. Piñera tiene una receta para eso que es crecimiento y reformas. Y, al mismo tiempo, hay un gobierno muy impopular y una situación económica que no es boyante. Todo eso ayuda a la oposición. Además, esta idea de que «el país es culturalmente más de izquierda o que Piñera representa grupos de poderosos» no se lo compra el electorado. De hecho, Piñera tiene más fichas que cualquier otro candidato. Eso no es casualidad.
–Piñera plantea reformular las reformas. ¿Eso daría más seguridad? Porque si la gente le tiene miedo al cambio…
–Es que no creo que le tenga miedo al cambio. La clave es cambio con estabilidad. Esa es la síntesis política que hay que hacer.
–Y en ese sentido, ¿qué estela deja Bachelet?
–Es curioso lo que le pasó a ella. En su primer gobierno, la gente se compró la idea de la protección social que ella levantó con fuerza. Quizá eso estaba esperando la población para su segundo gobierno, y se encontró con reformas que le producían incertidumbre y han sido una amenaza para los grupos medios. O sea, de un discurso de certezas, Bachelet pasó a uno de incertidumbres. No creo que se haya diseñado así, pero en la práctica eso generó este clima anti Nueva Mayoría.
–Según su percepción, ¿aquí está en juego quién entrega más certezas o la ilusión por un candidato que represente la novedad?
–Ninguna de las dos. Yo creo que va a ser una elección bastante parecida a las que hemos tenido, donde el mundo de la centroderecha va a competir con el de la centroizquierda sobre la base de lo que es su historia.
–Entonces, ¿Piñera no está tan seguro a pesar de la fragmentación de la izquierda?
–Tiene una alta probabilidad de triunfo, pero no es seguro. Por ahora, es evidente que la Nueva Mayoría va cuesta abajo; tiene un gobierno impopular, una coalición llena de tensiones,y con un candidato que a todas luces tiene el favor de la gente y no el favor de los partidos. Pero es evidente que Piñera no es la Michelle Bachelet de la elección anterior. O sea, no tiene un techo tan alto y no tiene tampoco una gran simpatía en la población. Son otros los atributos que se valoran en él: su experiencia, su energía, su capacidad de llevar adelante las cosas, su gestión anterior que hoy ha crecido ante los votantes. La gente lo evalúa mejor.