Por: Claudia Alamo.
Harald Beyer es un tipo racional. No deja que la emoción empañe su cabeza.
Quizás por eso no entra en la ola de alarmismo que se ha ido instalando en el debate político-económico debido al ajuste de expectativas que ha tenido el crecimiento y los efectos que han traído las reformas propuestas por el gobierno de Michelle Bachelet. Para él –reconociendo que la desaceleración ha pegado más fuerte que lo proyectado–, el país está viviendo un momento interesante, muy propio de lo que sucede en las democracias más consolidadas. Lo que sí advierte el director del Centro de Estudios Públicos (CEP) es que eso implica que la sociedad chilena es más difícil de gobernar porque el poder hoy está más repartido.
Hace sólo unas semanas, cuando salió la encuesta de ese influyente think tank, Beyer volvió al redil político. Fue duramente cuestionado por las preguntas sobre educación que venían en el sondeo y que mostraban algo muy distinto de lo que el oficialismo busca: que un número mayoritario de padres preferiría, según la encuesta, educación subvencionada más que una escuela pública para sus hijos.
Varias de las preguntas de ese cuestionario fueron leídas como si fuese una venganza del ex ministro de Educación de Sebastián Piñera. ¿Por qué? Porque como salió del gobierno debido a una acusación constitucional, algunos pensaron que quería ahora cuestionar las propuestas de la Nueva Mayoría, mostrándole que tiene a la ciudadanía en contra. Harald Beyer mantiene el tono calmado que lo caracteriza y responde: “Dada mi trayectoria sabíamos que esto podía tener una repercusión. Y, por tanto, lo que hicimos fue mantener preguntas que ya se habían hecho en encuestas anteriores. Me sorprendió ese cuestionamiento. Pero no veo mala fe. Creo que es un cuestionamiento propio de los tiempos políticos”, señala.
–La encuesta el CEP mostró que una mayoría de chilenos prefiere mantener el copago y tener a sus hijos en colegios subvencionados.
¿No hay una contradicción con lo que ha venido demandando la calle?
–Si uno mira las encuestas anteriores, siempre encontraba que habían matices en la población. Por ejemplo, la gratuidad nunca fue ampliamente compartida por toda la población. Siempre se privilegiaba la gratuidad para los grupos más vulnerables, y eso ha sido una constante. Por lo tanto, no veo contradicción en esto.
–¿Qué ve, entonces?
–Veo a una clase media que se ha beneficiado del modelo, que ahora quiere cambios, pero también quiere cierta estabilidad. Y es frente a esa combinación que el gobierno no ha logrado dar el tono adecuado.
–Usted mismo ha dicho que el problema del gobierno es que escuchó demasiado a la calle…
–Creo que, de acuerdo a la encuesta CEP, la población tiene opiniones encontradas, mucho más matizadas que lo que uno puede haber pensado. Las banderas que trajo la calle son una cosa, pero ahora vemos que esa agenda no tiene completo respaldo de la población.
No digo que tú tengas que renunciar a tu agenda. La pregunta es cómo lo haces. Y creo que en el “cómo lo haces” el gobierno se ha equivocado mucho.
–¿En qué se ha equivocado? ¿En haber partido por los temas más difíciles?
–Yo entiendo la lógica del gobierno y el mensaje que intenta transmitir. A pesar de algunas metáforas desafortunadas del ministro Nicolás Eyzaguirre, se ha hecho un planteamiento que me parece atendible que es fortalecer la educación pública. Y, claro, la educación pública no se puede fortalecer si no cambiamos el marco institucional. Eso es entendible, a pesar de que es debatible. Porque indudablemente que la reforma, tal como fue diseñada, significaba una tensión muy grande para el sistema escolar.Y, en general, en democracia los cambios son graduales. Yo creo que el gobierno se equivocó en presionar demasiado el cambio.
El director del CEP toma distancia de Piñera. No comparte sus críticas al gobierno de Bachelet. DICE QUE LA NUEVA MAYORÍA TIENE EL DERECHO DE EMPUJAR SU AGENDA PORQUE GANO DEMOCRÁTICAMENTE.
–¿Había otra opción?
–…Creo que el gobierno no supo aquilatar bien el efecto que estas reformas podrían tener. Además, como renovó radicalmente sus equipos, perdió toda la experiencia acumulada. Una cosa es decir “yo quiero cambiar la agenda del país”, y otra es renunciar a la sabiduría, a la experiencia acumulada de los que gobernaron antes o que ocuparon cargos técnicos en los gobiernos anteriores. Tú no puedes partir de cero. Y ése es uno de los errores que cometió el ministro Eyzaguirre: partió con nuevos asesores y sin la experiencia de los antiguos.
–Usted habla de la necesidad de hacer cambios con gradualidad. ¿El gobierno de Bachelet podía hacer cambios tan estructurales con gradualidad?
–Creo que ahí está el error político fundamental del gobierno. Se leyó mal la realidad social. Los grupos medios, que se beneficiaron enormemente en estos años, quieren cambios, pero con cierta estabilidad porque valoran mucho lo que han conseguido. Cuando uno mira la distribución del ingreso en Chile, ve que al final hay una pendiente muy escarpada.
Los grupos medios sienten que les cuesta mucho subir esa pendiente y que las elites son poco porosas socialmente. Romper esa pared, o facilitar el ascenso, requiere políticas educacionales más sofisticadas que las que reflejan estos grandes lineamientos de fin al lucro o fin al financiamiento compartido… Yo creo que ahí es donde se produjo una cierta disociación entre la población y las propuestas del gobierno.
LA CONFIANZA EN BACHELET
–Michelle Bachelet ganó con un 62 por ciento. O sea, mucha gente votó por su programa.
–No dice eso la encuesta del CEP. El voto de Bachelet es, básicamente, un voto de apoyo hacia ella. En ese sentido, es lógico que la gente haya votado por ella más que por su programa, porque estamos en una sociedad con baja confianza en sus instituciones.
Entonces, el líder político puede reemplazar esa falta de confianza. Ella irradia confianza, y no es por la simpatía como algunos dicen. Es mucho más. La confianza es un valor político muy importante. Y ése es el gran activo que tiene la Presidenta Bachelet.
–Quizás por eso la Presidenta está mejor evaluada que su gabinete y su coalición política. ¿Será bueno?
–No creo. Los liderazgos también se pueden desgastar. Y, de hecho, si uno hace un análisis de la última encuesta del CEP, ella sigue manteniendo una alta confianza, pero la gente ya no la siente tan cercana como la sentía a fines de su primer gobierno. Entonces, ha habido un cierto desgaste de Bachelet. Por lo tanto, no creo que su capital político sea infinito. Y eso la debe hacer pensar mucho desde dónde presiona para empujar sus reformas.
–Entonces, ¿poner todo su capital político en las reformas no es buena decisión?
–Creo que es bien riesgosa si ella no balancea adecuadamente estos matices que tiene la población. Ahora, hay que reconocer que Michelle Bachelet ha demostrado tener una gran capacidad política. Por lo tanto, supongo que en esa apuesta ella está pensando bien cómo equilibrar las cosas entre su programa de gobierno, las demandas de la Nueva Mayoría y lo que la población le está pidiendo, que no es totalmente equivalente a lo que ella planteó originalmente. Ese es el arte de la política.
–Compleja ecuación…
–Las sociedades modernas son más complejas. Los focos de poder están más dispersos. Somos una sociedad más madura que está dando una señal muy clara al mundo político: que hoy es más difícil gobernar Chile. Sebastián Piñera lo experimentó con mucha fuerza, y el gobierno de Bachelet lo está viviendo ahora, aunque con menos intensidad.
–¿Eso implica tener gobiernos, gabinetes muy empoderados?
–Así es. Y el riesgo que hoy tiene Bachelet es que sus ministros no se ven empoderados, salvo Rodrigo Peñailillo, Máximo Pacheco y Alberto Arenas. Todos los demás aparecen con una agenda débil y que nadie sabe muy bien en qué consiste.
“Un gobierno no puede renunciar a un cambio de gabinete. Tal vez, no haya que sacar a las figuras claves, porque sería muy costoso, pero sí para poner ministros potentes en otras áreas, dice Harald Beyer director del CEP.
Eso debilita al gobierno como un todo, porque, justamente, si tienes ministros fuertes, se dispersa un poco el riesgo.
–Pero hacer un cambio de gabinete en pleno debate educacional es complicado también. Es como descabezar la reforma…
–Puede ser, pero un gobierno no puede renunciar a un cambio de gabinete. Tal vez, no haya que sacar a las figuras claves, porque ciertamente sería muy costoso, pero sí para poner ministros potentes en otras áreas, que puedan lucir más y que puedan mover el foco. Es complicado para una reforma que el foco esté sólo sobre el ministro responsable de llevarla adelante.
Aquí hay, de nuevo, un equilibrio que lograr. Hoy día el foco está demasiado puesto sobre el ministro Eyzaguirre.
EL ROL DE LA DERECHA
–Hasta hace pocos años el CEP juga ba un rol de puente muy claro entre el mundo político y empresarial. Eso ya no está. ¿Por qué?
–Efectivamente hubo un cambio. El CEP fue una institución mediadora, por así decirlo.
Pero hoy en día los espacios de mediación son más reducidos. En parte porque hay una crítica a la democracia de los acuerdos, a la Concertación. Con ese cuestionamiento, por ejemplo, si la Presidenta lo hiciera, sería muy cuestionada. Ella pudo venir en su primer gobierno, pero no puede venir ahora. Y no porque el CEP haya cambiado, sino porque el clima ha cambiado.
–Usted fue parte de un gobierno que fue derrotado. La derecha hoy tiene menos poder que nunca. Mirado a la distancia, ¿qué pasó?
–Creo que hubo un déficit político de ese gobierno que pasó la cuenta. Y podríamos ampliarlo: fue un déficit sociológico, de entender bien a la población, de acercarse a ella, de transmitir con mayor claridad el mensaje de lo que se estaba haciendo y de lo que se quería hacer. Finalmente, nunca quedó muy claro cuál era el proyecto de largo plazo de la centroderecha. La responsabilidad es de todos los que ocupamos un cargo en ese gobierno.
–Como alguna vez advirtió Pablo Longueira, faltó un relato…
–Faltó la proyección de largo plazo. Si tú miras, el gobierno de la Presidenta Bachelet o de la Nueva Mayoría, fue capaz de construir un proyecto político… simple, si tú quieres; incluso hasta podríamos decir, débil; pero tenían un proyecto. Lograron trasmitir que les importaban las desigualdades y decir cómo lo iban a afrontar. No es un relato muy sofisticado, pero sí es un relato.
La centroderecha no ha sido capaz de hacerlo, en parte, porque heredó de la dictadura un proyecto económico social bastante exitoso, pero que hoy se agotó y requiere una renovación. Eso es lo que el Presidente Piñera no pudo transmitir.
–Piñera ha criticado la agenda del gobierno y ha llamado a actuar con más prudencia. ¿Coincide?
–No comparto ese juicio. Creo que la Nueva Mayoría tiene derecho a empujar su agenda. La conquistó democráticamente. Claro, en mi impresión ha cometido muchos errores en su implementación y en su diseño, pero es natural que intente sacar adelante sus reformas. En el camino tendrá que ver cómo recoge los matices, cómo se hace cargo de una población que tiene opiniones encontradas.
–¿Cree que Piñera, con sus críticas, podría alimentar este clima de pocas certezas?
–Pienso que él está llegando tarde a este debate. O sea, no creo que haya influido en el estado actual de las cosas. Ahora, no digo que el ex Presidente se tenga que quedar callado. Tendrá que cuestionar, pero hay formas y formas de hacerlo. A mí no me parece bien como lo ha hecho hasta ahora.
–Lo que piensa Piñera, ¿no lo está pensando una parte importante de la elite?
–No en ese grado. La elite en Chile ha sido siempre muy diversa intelectualmente, aunque menos diversa socialmente. Y es una elite que al final de los finales está pensando en cómo avanza el país, más allá de sus diferencias de opinión. Esa es mi experiencia. El mundo empresarial no está tan preocupado de estos ajustes.
Por ejemplo, en la reforma tributaria, yo sentí que lo que les preocupaba era que hubiesen adecuados incentivos al ahorro y a la inversión, más que una crítica general a la reforma. Por lo tanto, creo que lo que prima en ellos es la idea del diálogo, de tratar de hacer críticas constructivas… Es cierto que en algún momento esas críticas pasan por ponerse duros, pero ésas ya son estrategias. Chile tiene una buena elite. Así se ha demostrado desde la recuperación de la democracia