El Mercurio, 22/5/2011
Opinión

Comedia de equivocaciones

Harald Beyer.

En algún momento de la campaña electoral, en una de esas intervenciones que tanto le cuesta cerrar y que siempre requieren de una precisión adicional, el entonces candidato Sebastián Piñera se comprometió, seguramente de un modo vago como suelen hacer los aspirantes al sillón presidencial, a una extensión del posnatal. En todo caso, nada que no se pudiese administrar razonablemente bien en el futuro. Pero en el programa de gobierno dio un paso adicional significativo. Ahí se sostuvo que esa extensión podía llegar hasta los seis meses. Una redacción algo más clara, pero todavía imprecisa y que, por tanto, permitía algún juego. En el discurso del 21 de Mayo de 2010 apareció de nuevo la idea, aunque en parte era neutralizada al sostener que escucharía en este asunto a una comisión transversal que ya estaba en funcionamiento. En su momento este grupo habló, y aunque no desechó la idea, bastaba leer entre líneas para comprender que miraba con distancia la prolongación del posnatal. Había una mayor preocupación por extender el beneficio a trabajadoras que no lo recibían en ese momento. Hasta el presidente de la CUT respaldó en alguna oportunidad ese enfoque.

Hasta ahí podía sostenerse que el gobierno había evitado hacerse cargo de avanzar en una iniciativa poco recomendable. Hay muchas razones por las que ésta es una política inapropiada. Ahondemos en una. La OCDE tiene una base de datos de familia que recopila antecedentes diversos, entre los que se encuentran aquellos relacionados con permisos maternales. Para esta variable, la información disponible alcanza a 39 países (incluye algunos que no son miembros). Ordenados en términos del número de semanas de permiso maternal, Chile aparece en el lugar quince. Si se ordena por el número de semanas de permiso con pago, Chile sube al lugar siete de este ranking . Una situación suficientemente generosa para un país que tiene un tercio del ingreso per cápita de la gran mayoría de los países que aparecen en esa base de datos y una tasa de empleo de la mujer que es del orden de 15 puntos porcentuales más baja. De hecho, después que entre en vigencia el nuevo posnatal, Chile subirá al quinto lugar en términos de permiso maternal y al segundo si se considera el número de semanas de permiso con pago. Tampoco son tan generosos los pagos de esos países. Si bien en alguno de ellos el pago es una proporción del salario en general, tiene un tope que, en términos relativos, es inferior a las UF 30 que se proponen en Chile. En varios es un pago fijo por niño (medida que tiene sentido si se piensa que el beneficiario del posnatal es el niño más que la madre). Adicionalmente, hay permisos a los padres, que no son muy distintos a los que ya existen en Chile.

Pero los tropiezos en la popularidad presidencial y la ansiedad asociada a ellos hicieron revivir el proyecto. Claro que como sus eventuales costos y la realidad comparada no se podían negar, el gobierno promovió el proyecto con una serie de «mitigaciones» que lo exponían políticamente a una crítica fácil. Ésa no tardó en llegar, y para un gobierno con dificultades serias de conducción política y debilidades comunicacionales, las críticas resultaron difíciles de enfrentar. La paradoja es que a pesar de que es posible que el proyecto genere apoyo en la ciudadanía, no es evidente, por la forma en que se desarrollaron los acontecimientos, que le reditúe beneficios políticos al Presidente Piñera. Por cierto, la Concertación tampoco puede cantar victoria. Es cierto que aprovechó un error político del Gobierno, pero se sobregiró, actuando incluso con irresponsabilidad y al límite de sus atribuciones constitucionales. Su actuación será finalmente reprochada. Nos quedaremos, entonces, con una mala ley y sin ganadores políticos. ¡Una lástima!