Así como Büchi en su momento se elevaba en votación muy por encima de otras figuras cercanas al gobierno de Pinochet, la ministra de Defensa hace exactamente lo mismo respecto de otras figuras de la Concertación.
No parece que tengan mucho en común, salvo la primera letra del apellido y, quizás, el pelo. Sin embargo, hay algunas similitudes que no dejan de sorprender. Hagamos algo de memoria. Hace poco más de 15 años, el entonces ministro de Hacienda Hernán Büchi renunció a su cargo para postular a la Presidencia de la República. Durante cuatro años había ocupado esa cartera y había cumplido una gestión que, más allá del clima político de la época, era ampliamente reconocida. Antes de asumir ese ministerio, a comienzos de 1985, había ocupado diversos puestos de significación durante el régimen militar y, por tanto, era imposible que pudiese desentenderse del mismo. Por otra parte, después del triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, era evidente que a partir de marzo de 1990 gobernaría el candidato elegido por la coalición de partidos que había liderado la oposición contra el general Pinochet.
En los 14 meses que transcurrieron entre octubre de 1988 y diciembre de 1989, fecha de la elección presidencial, la posibilidad de que el candidato opositor fuese elegido Presidente nunca se vio seriamente amagada. No había entre los partidarios del régimen militar una figura que pudiera eclipsar a Patricio Aylwin, el candidato elegido por la alianza opositora. Hubo, quizás, un único momento donde la elección pareció estrecha. Por lo menos así lo sugerían un par de encuestas de la época. Ése fue el lapso que transcurrió entre la renuncia de Büchi al gabinete y la contradicción vital que lo llevó a renunciar a su candidatura, presidencial en mayo de 1989. Más adelante, el ex ministro retomaría su candidatura, pero ésta nunca recuperaría el brillo que tuvo en esas semanas anteriores a su renuncia.
Nunca sabremos si efectivamente se hubiese concretado una elección estrecha de no haberse producido esa contradicción. Pero no cabe duda de que Büchi, por algunas semanas, logró sorprender a los analistas políticos. ¿Qué hizo que siendo tan cercano al régimen de Pinochet aspirase, en algún momento, a una votación que ninguna otra figura cercana a ese gobierno pudiese siquiera soñar?
Quizás si el mejor análisis que se hizo en esa época correspondió a un artículo publicado en La Segunda por Arturo Fontaine T. Ahí se planteaba la hipótesis de que Büchi había representado una suerte de transgresión del orden que intentaba configurar el régimen militar. Ciertamente estaba lejos de asimilarse, al menos en el imaginario ciudadano, a lo que cabía esperar de un gobierno de esas características.
¿Qué tiene este análisis que ver con Michelle Bachelet? Veamos. Por una parte, lo más obvio, ocupa un cargo tradicionalmente masculino. Por otra, representa a un sector político que vivió con especial fuerza las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el régimen militar. Ella, además, sufrió el rigor de esos años de manera personal. Pocos se habrían anticipado a adelantar que durante su gestión las relaciones cívico militares iban a alcanzar uno de los puntos más altos de nuestra historia. En ese sentido, ella también representa una transgresión del orden al que estamos acostumbrados.
Es, tal vez, esa transgresión la que la tiene instalada en una posición política tan expectante. Y así como Büchi, en su momento, se elevaba en votación muy por encima de otras figuras cercanas al gobierno de Pinochet, la ministra de Defensa hace exactamente lo mismo respecto de otras figuras de la Concertación. En efecto, en general las encuestas – hay, por ejemplo, una Mori de hace algunas semanas- muestran que Lavín tiene una ventaja, relativamente cómoda sobre las más diversas figuras de la Concertación. La excepción es Michelle Bachelet. Su figura, no cabe duda, trasciende a su coalición política. Desde el punto de vista político no cabe duda de que es clave saber si la ministra podrá mantenerse por encima de la Concertación o si finalmente será succionada por esta coalición, como hace 15 años el régimen militar lo hizo con Hernán Büchi. La situación es ahora diferente. La ministra no tiene que cargar con una mochila tan pesada como la que, en ese entonces, cargaba Büchi. Pero tampoco es evidente que esta transgresión del orden que de alguna manera ella encara sea suficiente para mantenerse electoralmente tan por arriba de las otras figuras concertacionistas. Después de todo, no ha dejado de ser parte del «establishment» de la coalición gobernante.